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De la realidad a la ficción: la historia detrás de Bestworld

  • ProyectoBestWorld
  • 6 mar 2020
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 8 mar 2020

Bestworld, el camino hacia el futuro


Una tragedia para Roger


Roger tiene 32 años y sus padres acaban de morir. Como hijo único, heredó de ellos una importante suma de dinero y la casa donde vivió hasta entrada su adultez. En el velorio, comparte con sus familiares un momento en silencio por respeto a los fallecidos. Uno de sus primos se acerca y le susurra al oído.

- ¿Qué pensás hacer con el dinero, Roger?

- No tengo la menor idea.

Pero sí tenía idea. Cuando vuelve a su departamento deja sus llaves sobre la mesa ratona y se observan un montón de revistas sobre ciencia y técnica, inteligencia artificial y computación. Toma su Notebook, se sienta en el sillón e ingresa al sitio web de Delos Destinations. Entra a la sección de compra de pases al parque y realiza una transferencia por el valor de la entrada. El lector facial de la computadora reconoce a Roger y aprueba la transferencia. Roger va a su casilla de e-mails y repasa las excusas que le dieron desde la administración de Delos para no contratarlo en tres distintas ocasiones, a pesar de su excelente desempeño académico como ingeniero en sistemas. De una manera u otra, como programador o como guest, iba a entrar al parque para intentar descubrir el maravilloso código que animaba a esos androides que ricos empresarios y filántropos se jactaban de conocer.


Mery prefiere estar sola


Mery tiene 23 años y es estudiante de antropología de una prestigiosa universidad privada y de élite. Recibe por parte de sus compañeros de cursada la propuesta de ingresar al parque Westworld como salida recreativa durante el período de vacaciones. Tirada en su cama, lee el celular y duda en aceptar la salida en grupo. A ella no le convence la idea de ese lugar donde una puede hacer lo que quiera sin importar las consecuencias, pero la presión del grupo y su alma aventurera, cautivada por la idea en encontrarse a sí misma que publicita el parque, la llevan a aceptar.


Arribo a la corporación Delos


La escena comienza en el tren de última generación que lleva a los guests a las instalaciones de Delos. Un plano dentro del tren muestra a Mery mientras lee un libro y, sentado más atrás, a Roger que toma algunas notas en un cuaderno. Ellos no se conocen pero Roger la mira y le llama la atención que esté apartada de su grupo y encima con un libro. Cuando bajan del tren toman caminos separados y van a prepararse para entrar al parque.


Roger en el parque


Roger baja del segundo tren, una maquinaria a vapor a la que ingresan los guests desde el vestuario, y pisa Westworld por primera vez. Está maravillado frente a la inmensidad del parque y a la perfección de los anfitriones, que se asemejan demasiado a los humanos.

-Esto es increíble. Mucho más de lo que imaginaba.

Se pregunta por qué no se cumple la hipótesis del valle inquietante aquí adentro y sospecha que la respuesta puede estar en el diseño de software de los anfitriones, en alguna condición (if/then) que evite a los anfitriones caer en el rechazo de sus observadores. Su interés es claro, él quiere ver si puede acceder al código de los anfitriones para entender cómo es que están programados para funcionar tan bien frente a los humanos y pasar desapercibidos. Quiere saber cuánto nivel de improvisación tienen permitido o si absolutamente todo está escrito en sus códigos. Para realizar esto Roger cuenta con un Smartwatch perfeccionado por él que puede enlazarse con cualquier tipo de inteligencia artificial y extraerle toda la información que desee. El obstáculo que encontrará será el nivel de protección de ese software. Pero primero necesita conseguir un host y llevarlo a algún lugar apartado, fuera del alcance de la vista del resto de las personas y anfitriones del parque.


Perderse para encontrarse


En el burdel del pueblo los compañeros de Mery causan estragos en un mar de desenfreno y depravación producto del cóctel entre sexo, drogas y asesinatos que parecen divertir a todos menos a Mery. Uno de ellos, completamente ebrio, se abalanza sobre Mery y vuelca una botella de gin sobre sus pantalones. Enfurecida y harta de la situación, la estudiante sale del lugar echando humo. Apesta a alcohol y resulta inútil secarse la ropa. Frustrada y preguntándose qué estaba haciendo allí, saca de su bolsillo una brújula antigua. A ella siempre le habían gustado las excursiones al aire libre, es por ello que su abuelo se la había regalado luego de haber hecho un campamento con su familia en Biddestone, un pueblito en las afueras de Londres. La brújula parece haber enloquecido ya que no encuentra el norte en ninguna dirección. Se levanta y comienza a caminar unos metros con el fin de estabilizar la aguja.


La excusa perfecta


Un guest y un androide -ambos ebrios- se encuentran hablando en el zaguán de una taberna sobre lo que parece ser una expedición hacia el conocimiento que inicia con una mujer en la biblioteca del pueblo. Roger escucha la conversación y dirige su mirada hacia ellos. Unos segundos más tarde, el guest se desmaya producto del alcohol y su acompañante androide lo mira fijamente y le recomienda que fuera en busca de un poco de diversión para un caballero solitario como él. Roger agradece la oferta y pregunta donde queda la biblioteca. La misión con una anfitriona sola en un lugar vacío era perfecta para él, pero no con el objetivo lujurioso que tendría cualquier otro guest, sino con el de recopilar información para su investigación sobre los códigos de androides sin levantar sospechas.


Un encuentro poco convencional


Mery camina en círculos, levanta la brújula para dar con algún tipo de señal que la oriente en la búsqueda de su norte.

-Parece que esto acá no funciona. Genial.

En el medio del desierto, tira la brújula al suelo y la aguja finalmente se estabiliza. Sin embargo, esta apuntaba hacia al sur, algo sumamente raro. Piensa que quizás en ese mundo los puntos cardinales estaban invertidos y, siguiendo esta descabellada idea que le surgía por la mente, el sur sería en realidad el norte y viceversa. Sigue camino como lo indica su artefacto y toma notas en su cuaderno sobre esta posibilidad de ubicuidad. Al levantar la vista ve a un hombre delgado y con anteojos que parecía un poco desorientado.

M: -¡Ey! ¿Estás perdido?

R: -¿Quién no lo está en este mundo, no?

M: -Es cierto. Y en el real también, eso creo. ¿Qué estás buscando?

R: -Me hablaron sobre la biblioteca del pueblo y no puedo encontrarla. Me dijeron que tenía que caminar hacia el norte unos cuantos pasos, pero no logró hallarla.

M: -Si, pase por allí hace un rato cuando mi brújula enloqueció. Parece que aquí todo es al revés, el norte es sur y el sur es norte.

Ambos giraron en dirección a la biblioteca y comenzaron a hablar sobre sus vidas en el mundo exterior.


Nada es lo que parece


La biblioteca tiene un silencio ensordecedor. Claro, ¿quién querría venir a leer libros en un parque como éste?, piensa Mery, mientras se adentra con Roger en ese lugar abstraído del pueblo. Había estanterías enormes con cantidades de libros de todo tipo y en varios idiomas. Cerca de una gran mesa, más precisamente junto a una ventana, se encuentra una mujer de espaldas que murmura consigo misma mientras abre y cierra una y otra vez la libreta que tiene en sus manos. Roger nota una petaca de whisky volcada sobre una silla y mira de manera cómplice a Mery.

Roger: -Hola, ¿cómo te llamás? ¿Te sentís bien?

Martha asiente con la cabeza. Mery toma la libreta de sus manos y le dice que todo va a estar bien. Mientras Roger observa y sigue haciéndole preguntas a Martha, Mery comienza a leer la libreta y observa una serie de símbolos que recuerda haber visto en algún lado, más precisamente en el libro que venía leyendo en el tren camino a Westworld.


¿Todo está predestinado?


Mery descubre que las anotaciones son jeroglíficos y con ayuda del libro que lleva consigo los empieza a traducir. Mientras tanto, Roger intenta enlazar su dispositivo con el programa de Martha y, a pesar de las distintas barreras que encuentra en el proceso, logra acceder de lleno a su código. En él no sólo no encuentra la cláusula del if/then para evitar generar rechazo en los humanos, sino que descubre un código menos superficial, que corre por detrás de las líneas que dictan sus acciones, y que consiste en un proceso de aprendizaje profundo de las conductas de los guests. Se produce así una suerte de efecto robótico en el que la máquina adopta un comportamiento aparentemente humano, basado en información que almacena y con la cual se educa. Este proceso, sumado al parecido físico-corporal de los anfitriones, hace que la máquina pase casi totalmente desapercibida como tal. Roger además accede al trasfondo narrativo de Martha y se entera que ella fue profesora de historia y literatura, por lo tanto, su código está cargado con el conocimiento de latín, griego antiguo y egipcio.


Datos, códigos, y más datos…


Mery nota que aquello que decodifica Roger tiene estricta vinculación con los escritos en la libreta de Martha. Ahora bien, parece haber más preguntas que respuestas… ¿Por qué habría de guardar ella datos personales, íntimos y específicos sobre debilidades, enfermedades, conductas y características de los humanos? ¿Qué significa todo esto? Anonadados, Roger y Mery quedan envueltos en una enorme confusión. Roger comienza a pensar que los procesos de deep learning que realizan los robots los hacen tan parecidos a los humanos, que podrían ser insertados en la sociedad sin que nadie lo note. Podrían realizar trabajos de espionaje o crímenes sin poder ser identificados ni reconocidos por nadie, ya que no están registrados en ningún lado. Sin embargo, Mery piensa que algo diferente se esconde tras la directiva de Delos.


El fantasma en la máquina


Para averiguar qué hace Delos con los datos de los visitantes a Mery se le ocurre indagar sobre los procesos de mantenimiento cuando sacan a los anfitriones del parque. Para esto Roger inserta en Martha un software fantasma (ghost) que replica, sin dejar rastros, la información del sistema que usa Delos para enlazarse con los androides. Durante la noche sacan a Martha del parque para realizarle un proceso de mantenimiento. Al día siguiente, luego de haber pasado la noche en Westworld Roger y Mery se llevan una sorpresa. Al revisar la información recopilada por el programa fantasma descubren que Martha procesa los datos de los guests y calcula posibles soluciones para las dificultades que enfrentan. Estas decisiones están condensadas en proyectos dirigidos a fomentar el bienestar del ser humano y cuenta con numerosos registros de vacunas a lo largo de la historia e información en temas de salubridad desde el inicio de los tiempos. Al parecer, lo que persigue Delos es poder almacenar toda nuestra evolución en el software de una máquina.


La inteligencia artificial puede salvar vidas


Lejos de lo que ellos describen como una serie de datos que posiblemente podrían ser vendidos al mejor postor, esta clase de información está dispuesta en una suerte de enciclopedia mundial que concluye en un proyecto de prevención y cura para enfermedades psicológicas que tanto hacen estragos en una sociedad enferma de violencia colectiva, ansiedad y depresión. En conversación con los gobiernos Westworld está funcionando como laboratorio para otro fin que lejos estaba del apocalipsis: la salud mental.

 
 
 

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